Mi espalda apoyada en la roca caliente me daba una sensación de bienestar. Los ojos cerrados. Sólo veía el rojo que produce la luz solar al atravesar los parpados.
.Eso es algo que extraño hasta decir basta cada invierno.
Escuchaba voces, risas, el agua cayendo por la pequeña cascada...
La sensación de placer iba creciendo, primero, porque ya descansaba del stress y el esfuerzo para llegar ahí. Estaba rodeada de personas que quiero lo que me daba la tranquilidad que necesitaba.
En un día complicado este era el escenario ideal.
Cuatro cervezas y una fanta casi perdida. Un brindis por el momento que nos unía… y otro porque ya son cinco años desde ese lunes en el que todo comenzó con normalidad, pero que me tenía una sorpresa preparada. Ese lunes que cambiaría mi vida.
La vida hizo que el año pasado me reencontrara con muchas personas. Esas que creía haber dejado atrás para siempre.
La vida me enseñó que siempre hay oportunidad de reconstruir lazos…
Por eso el miedo desaparece…
Esa tarde finalizó en paz… entre risas y empanadas…
Más tarde, en el metro con mis zapatos mojados… agradecí el tenerlos cerca…
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