el destino me llevó estos días a hacer unas tomas en el interior de la iglesia de los sacramentinos, un templo tan enorrrme como bello ubicado a una cuadra del parque almagro.
de techo altísimo coronado de vitrales, me llama la atención que desde el pasillo central se logren avistar sólo los bordes superiores de los ventanales, más adelante hay unos balcones que impiden llegar a ellos con la vista.
me hizo recordar la forma en que están distribuidas las localidades en el teatro municipal: las de menor valor son incómodas, lejanas o te dejan con tortícolis.
cultura de castas, que se miden por los privilegios a los que se puede tener acceso. cultura de castrar, de imponerse sobre otros más allá de una posición más cómoda, provocando algún tipo de molestia que te recuerde que estás más abajo en la pirámide.
cultura al fin, nuestra, que nos empuja a gestar promesas y parir con dolor el futuro de felicidad que imaginamos, tal como si fuera el sueño americano.
que pena sentí al darme cuenta de los favores que la sociedad me ha concedido. que pena que no puedan alcanzar para más habiendo espacio.
primero pena, después esperanza, hoy es más fácil cruzar el límite.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario